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En el ejercicio de vuestras profesiones, en vuestra vida pública y, generalmente, en todo lo que es temporal, actuáis cada uno con personal libertad y responsabilidad, formando vuestras opiniones, siempre según los dictados de vuestra conciencia, pero con una diversidad maravillosa. No comprometéis –no podéis comprometer– ni a la Iglesia ni a la Obra, porque tenéis mentalidad plenamente laical y, por tanto, amiga de una libertad que no se limita por otras trabas que aquellas que vienen señaladas por la doctrina y la moral de Jesucristo.

El fin y los medios de la Obra de Dios no son temporales: son plena y exclusivamente sobrenaturales, espirituales. La Obra está al margen, es ajena a intereses humanos, políticos, económicos, etc. Es, por su naturaleza, trascendente a la sociedad terrena y nunca, por tanto, podrá anclarse en una cultura determinada, ni ligarse a unas concretas circunstancias políticas, ni vincularse a una cierta época de la historia humana.

Algunas veces, el Opus Dei, como corporación, promueve tareas e iniciativas apostólicas. Son labores –de enseñanza, de propaganda cristiana, asistenciales, etc.– conocidas por todos y abiertas a todos, también a los no católicos y a los no cristianos, que se realizan dentro de los términos señalados por las leyes civiles de cada país. No constituyen estas labores corporativas una actuación eclesiástica, porque son, simple y sencillamente, actividades profesionales de ciudadanos, aunque con entraña y fines apostólicos.

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