49

Y ya que hablamos de esta materia, quiero deciros que –por desgracia– no es verdad lo que dicen quienes hablan de nuestras actividades en el campo económico, que son poco menos que inexistentes: las normales, para la vida y el desarrollo de una familia numerosa y pobre. ¡Ojalá fueran mil veces más!

Todas las sociedades –de cualquier estilo– tienen que mover fondos económicos, para cumplir su fin. ¡Lástima que no tengan razón, cuando murmuran así de nosotros! Aun entonces –cuando tuvieran razón–, la Obra seguiría siendo pobre, como lo será siempre; porque ha de sostener en todo el mundo tantas labores apostólicas, que son deficitarias; porque ha de formar a sus miembros, durante toda la vida, y eso cuesta dinero; porque ha de atender a los socios enfermos y ancianos; porque siempre tendremos, y cada día en más número, la bendita carga de ayudar económicamente a los padres de los miembros de la Obra, ancianos o enfermos, que necesitan ayuda para sostenerse, etc.

En todo caso, esas actividades económicas, si existen –y deben existir cuanto antes–, las haremos siempre respetando las leyes del país, pagando contribuciones y tasas, como el ciudadano que cumpla mejor: no queremos, no es nuestro modo, vivir de privilegios.

Este punto en otro idioma